sábado, 14 de mayo de 2011

Vida nocturna al otro lado.

Ascendía como un globo al que inyectaban el aire. Era sustancia y era ausencia. Se introdujo por sus pies y se extendió por su sangre, invadiendo su cerebro. Sólo podía ver en la oscuridad porque sus pupilas habían adquirido el tamaño de la luna.

Cómo pesaban las aceras. Cómo pesaba el cielo que amenazaba con raptarla y envolverla en nubes de ansiedad. Cómo podía el mundo estrecharse de esa manera.

Sabía que si aquello era real, se convertiría en su fin, así que conjuró una dimensión en que las calles la condujeran a la salida de aquella prisión onírica.

¿Cuántas opciones hay de que alguien te oiga si gritas?

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