martes, 30 de noviembre de 2010

Alicia atemporal.

Alicia pasa atemporal por las calles. No sabe qué ha ocurrido, pero no le disgusta. De repente puede leer las mentes de todo aquel que se cruza en su camino. Es una escena cómica. Ningún pensamiento corresponde a los ceños fruncidos .

Lleva en el bolsillo la página arrugada que arrancó del libro que leía esta mañana. Está realmente enfadada con ese libro, ¿cómo se atrevía a contradecirla? Los gatos pueden hablar y las flores resucitan. Los leones también se besan, las luces de las farolas son señales del cielo, las nubes forman curiosas siluetas con las que jugar a las adivinanzas. El universo sonríe porque ella así lo quiere. ¿Cómo se atreven aquellas páginas a limitar las posibilidades de un mundo magnífico?

Siempre ha preferido escribir sus historias. Dibujar sus sueños.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Percepción. Pupilas dilatadas.

Aquellos largos trazos de carboncillo le daban forma. Y forma. Y forma. Llegó un momento en que los sentidos pasaron a un nivel superior. La vista se embriagaba ante tal belleza y el tacto se colmaba de aquella suavidad.

Sonrió, ante aquel trabajo que llevaba tanto tiempo intentando hacer. No es que no fuera capaz, es que pensó que ningún retrato le haría justicia. Su desnudez deslumbraba. Siempre. Se perdía en ella con total entrega y acababa por soñar que el tiempo no existía tras aquella puerta invisible.

Descorrió la cortina de sus sentidos una vez más. La plenitud había hecho acto de presencia. Todas las palabras que su memoria bordó se deslizaron en forma del cuerpo más bello que jamás había observado. Sabía que era real. Sabía que los espejismos no llegaban de forma tan gratuita. Sabía.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Antes de entrar.

Alicia se sintió tan agobiada en aquel hogar tan pequeño, que tuvo que sacar los brazos por la ventana y respirar todo el aire que cabía en sus pulmones. Entonces se dió cuenta de que aquello tenía solución. Observó aquel frasco. Leyó el cartel de Bébeme.