domingo, 28 de noviembre de 2010

Percepción. Pupilas dilatadas.

Aquellos largos trazos de carboncillo le daban forma. Y forma. Y forma. Llegó un momento en que los sentidos pasaron a un nivel superior. La vista se embriagaba ante tal belleza y el tacto se colmaba de aquella suavidad.

Sonrió, ante aquel trabajo que llevaba tanto tiempo intentando hacer. No es que no fuera capaz, es que pensó que ningún retrato le haría justicia. Su desnudez deslumbraba. Siempre. Se perdía en ella con total entrega y acababa por soñar que el tiempo no existía tras aquella puerta invisible.

Descorrió la cortina de sus sentidos una vez más. La plenitud había hecho acto de presencia. Todas las palabras que su memoria bordó se deslizaron en forma del cuerpo más bello que jamás había observado. Sabía que era real. Sabía que los espejismos no llegaban de forma tan gratuita. Sabía.

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