martes, 28 de diciembre de 2010

Lo que sucedió mientras fingía dormir con los ojos abiertos.


Cuando despertó, el sol se había quitado el sombrero.
Cuando despertó, la luna se había ido de copas.
Cuando despertó, el escritor había borrado otro cuento.
Cuando despertó, el perro había preparado el desayuno.
Cuando despertó, el jardín era azul.
Cuando despertó, el actor seguía con su soliloquio.
Cuando despertó, las nubes se apareaban con lujuria.
Cuando despertó, la lluvia olía a lavanda.
Cuando despertó, el frío sudaba.
Cuando despertó, tenía la mirada violeta.
Cuando despertó, el gusano era jirafa.
Cuando despertó, la tierra era cuadrada.
Cuando despertó, cerró los ojos y se durmió.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Entrevista al búho que aprendió a hablar.

Buenas noches, Señor Búho. Disculpe que le importune a estas horas en las que, probablemente, no tenga usted nada mejor que hacer.

-Buenas noches señorita. No me importuna, descuide. Iba a contar estrellas y asustar a los descuidados que se adentran en el bosque, pero nada más.

De acuerdo. ¿Le importa que charlemos un rato?

-En absoluto. Como ya le he dicho, no tengo nada mejor que hacer. Uh, espere. (Se acomoda en la rama) ¿De qué quiere hablar?

En realidad no lo sé. Tiene usted un bello plumaje, ¿dónde lo consiguió?

-Esa historia se remonta a la posguerra, ¿de verdad quiere escucharla, señorita?

...No. En realidad no. No se ofenda. Es sólo que me apetece quedar boquiabierta y creo que esa historia puede sacarme más de un bostezo.

-Oh, no me ofendo, señorita. No se preocupe. Esa historia me hace bostezar también. Pero usted ha preguntado y yo he respondido.

Sí, tiene sentido. ¿Cómo aprendió usted a hablar? En fin, es un búho, y no es una de sus características más conocidas.

-(El búho asiente con cierto gesto narcisista) Es cierto. Esa historia sí que puede interesarle. En realidad siempre pude hablar. Desde el momento en que nací. El problema es que nunca lo intenté.

¿En serio?

-Sí. Durante muchos años me dediqué a comunicarme con mis semejantes como lo hace mi especie. El caso es que siendo yo un joven curioso y ágil (no como ahora, que me ayudo de mi gastado bastón), tomé el hábito de pasar las noches volando de árbol en árbol, observando las costumbres de sus habitantes. Era divertido, he de reconocerlo. Algunos leían o bailaban, recortaban hojas en forma de corazón o echaban cabezadas ilegales.

Es curioso.

-No lo es, en realidad. La parte curiosa viene ahora. Una noche, en mi largo recorrido por el bosque (siempre con mucha cautela) observé a un anciano que sostenía un libro de poemas. Ante mis ojos, el anciano abrió el libro y empezó a recitar.

Supongo que se llevaría usted un buen susto.

-No me ha dejado terminar, señorita. Esa es justo la parte de la historia que viene ahora.

Lo siento.

-No se preocupe. Es usted joven, yo mismo tuve ese defecto. El caso es que tras asustarme muchísimo, como ya ha adivinado, el anciano me pidió que me calmara y me dijo que yo también podía hacerlo si quería. Simplemente me senté, abrí el pico y pude hablar, por primera vez.

¿Cuál fue su primera palabra?

-Poesía.

¿En serio?

-No. Sólo intentaba hacerme el interesante. Es usted una señorita lista. Mi primera palabra fue cómo. ¿Cómo podía ser? Y esa es la historia. Desde entonces he intentado convencer a los animales del bosque para que intenten hablar, pero ninguno lo hace. Todos creen que no pueden.

Es una historia magnífica. Parece hasta una fábula. Y podría haberla escrito yo.

-Ya lo está haciendo, señorita.

¿Cómo?

-¿Es que acaso no se está dando usted cuenta de que está soñando? Vamos, usted es una criatura imaginativa, pero, ¿de verdad ha creído estar hablando con un búho?

Sí.

-Está usted loca. Aún así, ha sido un placer conocerla. No olvide dar forma a mi historia. Pues puede que nunca nadie sepa de mí si no es a través de usted. Buenas noches.



(Y entonces desperté y busqué al búho bajo la cama.)

sábado, 25 de diciembre de 2010

Los hilos del subconsciente.

Creyó que era Santa Claus al verlo entrar por la chimenea. Luego lo reconoció. Era el viejo dios que se le representaba en sueños. Cada noche, la llevaba por senderos desconocidos, la hacía viajar al fin del mundo y volver con un pestañeo. Nunca soltaba sus hilos. Tal vez nunca le había visto el rostro con claridad. Sabía que era viejo. Sabía que estaba cansado y su sabiduría era evidente en su silencioso diálogo.

Aquella noche vino a anunciarle una incoherente fantasía. A revelarle un destino fascinante y aterrador. No importaba. Era excitante y casi podía tocarlo. Era real y quemaba dentro como el alcohol, de forma grata.

Cada torbellino que sentía se adentraba en sus habilidosas alas. Cada paso que daba la acercaba al sueño y cuando aquel personaje lograba hablar, despertaba con la respuesta en sus dedos. Aún dormidos. Sin liberarse del todo de aquellos hilos dorados con los que tejía cada experiencia nocturna.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Cigarrillos sacados de contexto.

No lo había pensado. Precisamente ese era el problema. Que no lo había pensado y cuando lo pensaba quería dejar de hacerlo para no pensar en no pensarlo. Por eso se despertaba en mitad de la noche y cerraba la ventana para no calarse hasta los huesos.

"Menuda la has hecho esta vez, guapa". Últimamente su querido subconsciente mantenía unas conversaciones apasionantes con ella. Magnífico. El caso es que ni entendía ni dejaba de entender. Fumaba cigarrillos para transportarse a una dimensión en la que encontrar algo. Una canción. La noticia de un periódico. Una novela policíaca. Un grafiti callejero. Algo. Que le dijera cómo se había metido en aquel lío.

"Creo que son ya seis noches, querida". Otra vez su maldito subconsciente. Seis noches, sí. Seis noches. Escuchando aquel cristal romperse. Seis noches despertándose calada de lluvia hasta los huesos. ¿De dónde venía esa lluvia? Tendría que dejar de imaginar. Joder. Estaba haciendo realidad los imposibles más imposibles de la historia de la imposibilidad.

Y otro cigarrillo. Y de repente un soneto la paraliza como hielo. Y otro. Y los dibujos de su pared, esos personajes que pinta cuando está de buen humor y quiere dar y dar y dar vida, se quitan el sombrero.

Son ya seis noches de pupilas oscuras y sonrisas desencajadas, sí. Por primera vez se ha dado cuenta de que cuando agarra una pluma se transforma. Y todo es posible y posible y posible. Y da miedo porque lo crea y lo crea y lo crea. Lo crea. Lo crea. Y por fin consigue respirar y volver a la cama. Cuando crea no descansa.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Adentrándose en el ser. Raíces.

Sentada en aquel viejo sofá de terciopelo rojo. Fumaba despacio, el humo imaginaba formas imposibles. Su té se enfriaba. Era uno de aquellos momentos en que el tiempo no existía. Como si hubiera estrellado un reloj. El espacio se hacía infinito. Sólo el sonido del teléfono la devolvió a la realidad, de golpe.

"¿Qué quieres ser?" Escuchó al otro lado de la línea. Sabía quien era, pero el mensaje era más importante. Quiero ser un árbol.

El silencio se hizo al otro lado, esperando una explicación, una razón contundente que justificara una respuesta tan inesperada.

"Sí, quiero ser un árbol. Uno enorme. Alto, fuerte, frondoso. Con las hojas más bonitas y verdes que jamás nadie haya imaginado. Quiero ser un árbol, con grandes raíces para nunca olvidarlas. Que soporte las peores tormentas, las lluvias que calan los huesos, que en los días de sol resplandezca. Quiero ser confortable y que los soñadores se acomoden en mí a leer sus libros. A imaginar sus sueños. A planear como realizarlos. Quiero ser un misterio en la noche y que los más osados se atrevan a adentrarse en el bosque para descubrirme. Quiero un mundo interior en mis ramas. Quiero ser un árbol, sí. En un bosque encantado donde los fantasmas paseen sin ser atormentados. Un bosque para las verdaderas almas, las inquietas, las inocentemente perversas, las sensuales, soñadoras, las espirituales. Eso quiero ser. "

Sin ni siquiera ser consciente, el cigarrillo se había consumido. Marcando un antes y un después. Verde. Más que nunca. Lo sintió en su centro de gravedad. Sus piernas.


viernes, 10 de diciembre de 2010

Ruido.

ON.

En el ámbito de la comunicación sonora o de cualquier otro vehículo de información, ruido es el sonido o cualquier otro vehículo de información que no contiene información clara que el receptor sea capaz de identificar, individualizar o comprender, aunque sí sea deseado.

OFF.

No todo el mundo sabe escuchar a través del ruido. Ni entenderlo. Por eso se sentía un ente ultrasensible capaz de captar las voces de aquellos extraños. Eran voces, no había duda. Voces que le indicaban el camino. Excitantes. Entre el ruido. Un ruido sordo para los demás. Un ruido sordo para el ruido. Ruido. Maravilloso ruido.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

La magnífica historia de Nébula y Comisura.


Nébula y Comisura se fueron al mar.
Nébula y Comisura no sabían nadar.
Nébula y Comisura se llenaron de sal.
Nébula y Comisura se fueron a pasear.
Nébula y Comisura se pusieron a saltar.
Nébula y Comisura volvieron a su hogar.

Y allí, en un baño caliente, lavaron sus orejas y confesaron sus secretos.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Sin brújula.


Tiene sentido para el poeta caminar sin rumbo,
perderse en el bosque buscando su pluma.
Un pájaro canta sobre un árbol con los ojos vendados,
así es más fácil.
El lago corta como la hoja de un cuchillo porque el frío está presente,
tan presente que el fuego sería un espejismo.
Aullidos. No es que los lobos se acerquen,
es que el poeta hace su nido.
Busca porque sabe que mientras busca no encuentra,
porque lo importante un día nos despierta.


domingo, 5 de diciembre de 2010

Disección del alma.

Hizo un fuerte en el bosque para guardar caricias. Construía nubes con las palabras y escuchaba los silencios. Porque los silencios suenan de un modo diferente, pero suenan. Se le enredaron un montón de besos en su cuello y de dedos en su pelo. Boca a boca. Cuerpo a cuerpo. Bordaba en la hierba las señañes de afecto para que al pasar las siguiera. Como migas de pan.

Quien conoce la etimología del alma sabrá que no necesitó demasiado tiempo para correr hacia el valle de las sonrisas. El lago de las ilusiones donde de niña nadaba era ahora una superficie de hielo deslizante. Donde patinar. Donde arriesgarse a caer pero con la ilusión de cumplir cada deseo.

Porque el alma, el alma, el alma tiene su etimología. El alma tiene su compuesto aunque no sea visible a ojos de juicio rápido. El alma tiene su tejido, su sintaxis, su forma. El alma es real como esos besos enredados en su cuello.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Alteración del tiempo en sus dedos.

Un enjambre de palabras pululaba cerca de sus oídos. No escuchaba ninguna, pero sabía lo que decían. Aquellos dedos acariciaban su piel en los abismos del silencio. Como cuando los gatos quedan en suspenso un segundo. Y luego caen con gracia. Hacía horas que había cerrado los ojos. Tal vez años. Siglos. Pero seguía viéndola a través de sus párpados. Nítida. Blanca como la nieve. Preciosa como nada en el mundo.

¿Sentía acaso las estrellas caer sobre la superficie? La noche se adentraba en sus sueños aún siendo consciente. La consciencia era maravillosa. El sueño inminente también, pero ahora no importaba. Si bien la luna miraba con celo por encima de las nubes, sabría que no existían los límites imaginarios. Todo era infinito y empezaba en esos dedos donde terminaba todo.

El tiempo no podía medirse.