martes, 6 de diciembre de 2011
El eco de los aullidos
La memoria es un bosque plagado de lobos, que aúllan rompiendo los tímpanos del límite de tus piernas. Los pasos. Los pasos se detienen en la carretera que lleva al pensamiento líquido. Huele a asfalto porque los sueños se convirtieron en cenizas. Arena y fuego. Agua y carne. Todos somos todo porque no somos nada. Desiertos contaminados de gritos. Sangre derramada por la virtud del olvido. Aquí, somos una ciudad donde los atascos se congelan con el tiempo. El frío no cesa nunca, el frío no descansa nunca, el frío no se calla nunca. El frío. Y lo amordazo con las agrietadas manos podridas de batallas. Todos los juegos expulsan del tablero a las almas confusas. Todos los juegos son del frío. Y el frío es un juego. Delirio.
viernes, 7 de octubre de 2011
Eva en el cristal
Suena un piano en su cabeza y no consigue apagarlo. La última vez que corrió por aquel laberinto de respiraciones, Adán mordió su hombro y volvió a la realidad. Golpea el cristal con sus manos, ignorando que su otra yo le habla desde el otro lado. Hace tiempo que Eva sueña con las sombras que se ocultan en la oscuridad de su morada cuando sale. Se pregunta si es real, un aviso. Tal vez una noche, cuando vuelva de fingir que todo va bien, encontrará a una de esas sombras sentada en su lecho, esperándola. Se acercará a ella y le morderá para hacerla sentir mejor, porque así es su historia. Se perderá entre sus piernas y el último grito de Eva será la liberación de su abandono. Entonces, y sólo entonces, acariciará el espejo y reconocerá su rostro. "Hola de nuevo, ¿dónde has estado todo este tiempo?".
sábado, 30 de julio de 2011
Un mal ejemplo
Hormigas en todo el cuerpo. Es lo que siente al levantarse. Con la risa desquiciada. Temblando de anticipación. Hace mil vidas que los fantasmas abandonaron sus costillas y hoy lo nota entre sus piernas. La hace tan feliz que se lanza al vacío sin red, desafiando a las leyes de la física. Sylvia es un mal ejemplo. Por eso aterriza sin problemas y sabe que sobrevivir en un mundo de sombras es de héroes. Todos aquellos lobos se dan la vuelta cuando pestañea. Se le han caído las palabras de los bolsillos. El rebaño ha muerto. Sylvia es un mal ejemplo.
sábado, 14 de mayo de 2011
Vida nocturna al otro lado.
Ascendía como un globo al que inyectaban el aire. Era sustancia y era ausencia. Se introdujo por sus pies y se extendió por su sangre, invadiendo su cerebro. Sólo podía ver en la oscuridad porque sus pupilas habían adquirido el tamaño de la luna.
Cómo pesaban las aceras. Cómo pesaba el cielo que amenazaba con raptarla y envolverla en nubes de ansiedad. Cómo podía el mundo estrecharse de esa manera.
Sabía que si aquello era real, se convertiría en su fin, así que conjuró una dimensión en que las calles la condujeran a la salida de aquella prisión onírica.
¿Cuántas opciones hay de que alguien te oiga si gritas?
Cómo pesaban las aceras. Cómo pesaba el cielo que amenazaba con raptarla y envolverla en nubes de ansiedad. Cómo podía el mundo estrecharse de esa manera.
Sabía que si aquello era real, se convertiría en su fin, así que conjuró una dimensión en que las calles la condujeran a la salida de aquella prisión onírica.
¿Cuántas opciones hay de que alguien te oiga si gritas?
domingo, 8 de mayo de 2011
Vacíos en guerra.
Hay fuego en la ciudad. Las nubes se han congregado para viajar décadas en el tiempo, soñando con un viaje de polvo blanco. Gritos en do menor de depredadores derramando su último aliento. "No es asunto tuyo, porque ésta es mi alucinación". El humo intenta razonar con las llamas. Las llamas no entienden ese idioma secreto que asfixia cada uno de los rostros avanzando hipnotizados por las aceras. " Es la última vez que el sol te toca. La última". Pero la ciudad se ha cansado de ser el hombro en el que lloran las nubes, y se desnuda para esos rayos mientras su piel arde con descontrol. Hay fuego en la ciudad, cuando el vacío provoca incendios.
domingo, 13 de marzo de 2011
Velocidad inconsciente.
El sonido moría al girar a la izquierda. Era lo único que entendía con claridad y por eso siguió corriendo, calle abajo. Los pensamientos se agolpaban cada vez con más rapidez y los rostros se desdibujaban como en otro tiempo. Cuando luchaba contra los demonios sin miedo a morir. No había tiempo de explicarlo. Cada vez que el cielo era testigo de aquella huida su poeta interior la obligaba a vomitar un soliloquio en silencio y a empezar otra vez. Luego despertaba empapada en sudor, como si las pesadillas sólo fueran una ilusión y llevara una doble vida nocturna sin ser realmente consciente.
lunes, 7 de marzo de 2011
Segundos ordenados se perdieron en el tiempo.
Era la última noche que viajaba a través de aquel túnel del tiempo. Poco a poco, esa maraña de dolor persistente había ido abandonando su cuerpo. Los nudos que antaño ligaban los días sin principio ni final se habían soltado por el cansancio de unos ojos perdidos. Saber hacia dónde mirar. Lo aprendió en cada golpe, en cada puñalada que le asestó su sombra. Nunca había pretendido llegar a un punto en que el torbellino se hiciera irrevocable, pero era inevitable.
jueves, 24 de febrero de 2011
Desdoblamiento en flor.
Los poetas han muerto. Por eso sentado en las ruinas de su casa de humo recuerda las palabras que escribió bajo el cerezo. No eran suyas ni eran de nadie. Porque bajo los efectos de la melancolía la expresión se le antojaba prostituta. Llamaba por su nombre a todos los fantasmas que le visitaban. Porque era así, gota a gota, como se consumía el gemido ahogado que trasnochaba en sus entrañas. ¿Qué importaba si todos los mapas habían ardido con furia? De todos modos, el camino desdibujado de sus pupilas dilatadas se demoraba fácilmente. Una salida de emergencia a la furtividad de sus piernas atadas. Un esbozo a cámara lenta de sus deseos. La perversión del artista. Cómo hacer propio lo que la mano ajena arrancaba de la profundidad del alma. Sin entender el entendimiento de los universos que inventó para redimirse. Lento. Rápido. Como fluye la sangre por unas venas apuñaladas por los años que se calcifican en las páginas. Un libro que nunca cerraron en aquella tienducha del sur de ninguna parte.
domingo, 20 de febrero de 2011
Humo.
No aprietes. No aprietes. No aprietes. No aprietes. No aprietes. ¿No notas el picor en la garganta? Como guindillas punzantes. No aprietes. No aprietes No aprietes. No aprietes. Ya pasa. Ya. Todos los que juzgaron lo hicieron desde la comodidad. No aprietes. No aprietes. Ya pasa. Ya han desaparecido todos. Todos los que hablaron lo hicieron desde la ignorancia. ¿Habías visto alguna vez un abismo tan maravilloso? Eres libre para ser quien eres. Es lo que te diferencia de los demás. No aprietes. No aprietes. No aprietes. No aprietes. Siente el humo dentro. Siente el humo dentro. Dentro. Dentro. Dentro. Es una perversión perturbadora. No aprietes. Libertad, no aprietes. Ya se han ido. Libertad, no aprietes.
sábado, 5 de febrero de 2011
Amagos de delirio.
Corre y corre y corre. Calle abajo. El viejo muro de ladrillo cada vez está más cerca y se dirige hacia él sólo para frenar antes de chocar. Amor por la adrenalina. Y se despierta, se despierta sudando porque ha estado a un segundo de chocar y sentir el golpe.
Se coloca los auriculares. David Bowie canta su I'm deranged y se siente protagonista de carretera perdida. Atrapada en una fantasía de Lynch. Con todos esos alter egos acosándola por la espalda en una experiencia única.
Percepción renovada y caliente. Humedad en los huesos y viento en el alma. Ahora camina por las paredes como en un videoclip de Placebo. No puede parar. Su mente va a mil por hora. Más rápido que la de el resto. Mucho más. Por eso sabe que les lleva ventaja. Vé a través de las paredes.
Su corazón late muy fuerte y sabe que está viva. Viva. Y su poder especial es no distinguir realidad y sueño. El embriagador aliento del subconsciente. Late, late, late. Rojo y ardiente como unos labios de media noche.
Suena el teléfono y su sombra al otro lado le dice que ha llegado el momento. Rompe los papeles, quema las maderas del paraíso olvidado. Escucha las palabras que nunca dijeron. Y ahora lo sabe. Lo sabe. Lo sabe.
Harder faster, forever after,
harder faster, forever after,
harder faster, forever after,
forever after.
None of you can make the grade,
none of you can make the grade,
none of you can make the grade,
none of you can make the grade.
Harder faster, forever after,
harder faster, forever after,
harder faster, forever after,
forever after.
None of you can make the grade,
none of you can make the grade,
none of you can make the grade,
none of you can make the grade.
-Placebo-
Se coloca los auriculares. David Bowie canta su I'm deranged y se siente protagonista de carretera perdida. Atrapada en una fantasía de Lynch. Con todos esos alter egos acosándola por la espalda en una experiencia única.
Percepción renovada y caliente. Humedad en los huesos y viento en el alma. Ahora camina por las paredes como en un videoclip de Placebo. No puede parar. Su mente va a mil por hora. Más rápido que la de el resto. Mucho más. Por eso sabe que les lleva ventaja. Vé a través de las paredes.
Su corazón late muy fuerte y sabe que está viva. Viva. Y su poder especial es no distinguir realidad y sueño. El embriagador aliento del subconsciente. Late, late, late. Rojo y ardiente como unos labios de media noche.
Suena el teléfono y su sombra al otro lado le dice que ha llegado el momento. Rompe los papeles, quema las maderas del paraíso olvidado. Escucha las palabras que nunca dijeron. Y ahora lo sabe. Lo sabe. Lo sabe.
Harder faster, forever after,
harder faster, forever after,
harder faster, forever after,
forever after.
None of you can make the grade,
none of you can make the grade,
none of you can make the grade,
none of you can make the grade.
Harder faster, forever after,
harder faster, forever after,
harder faster, forever after,
forever after.
None of you can make the grade,
none of you can make the grade,
none of you can make the grade,
none of you can make the grade.
-Placebo-
jueves, 27 de enero de 2011
Excesos prematuros.
Conoció el mundo a los quince años, cuando dejó de cortarse el pelo, cuando la pelusilla de su rostro comenzó a espesarse, cuando sus vaqueros raídos empezaron a resultarle más atractivos que la ropa nueva que mamá le obligaba a comprar, cuando se dio cuenta de que sus viejas zapatillas le llevaban a más lugares que los absurdos mocasines que la abuela le regaló por Navidad.
Conoció el mundo cuando dejó la música que sonaba en la radio por inercia y empezó a escuchar los viejos discos de Bob Dylan con los que papá lo aburría de pequeño. Cuando por primera vez cayó en sus manos un libro de Hermann Hesse y entendió que la vida era difícil y que sentir dolor era inevitable.
Conoció el mundo la primera vez que pasó la noche fuera y la primera gota de alcohol le quemó la garganta. Conoció el mundo cuando pasó todo el día siguiente vomitando y con un dolor de cabeza martilleante que papá y mamá describieron como resaca.
Conoció el mundo cuando empezó a esconderse para fumar cigarrillos y cuando, meses después, le ofrecieron un poco de marihuana y descubrió que su percepción era una farsa que podía mejorar con una sola calada.
Conoció el mundo el primer fin de semana que papá y mamá lo dejaron solo y se llevó una chica a casa. Lo conoció cuando sintió vergüenza al plantarle cara al dependiente y pedir condones. Conoció el mundo cuando la masturbación comenzó a ser más frecuente y sintió la frialdad y el vacío del porno.
Conoció el mundo la primera vez que intentó escribir algo y había tanta rabia en el papel que sintió que todo estaba cambiando. Lo conoció cuando comenzó a escapar de clase para caminar y fumar cigarrillos en aquel descampado.
Conoció el mundo cuando comenzó a discutirlo todo, cuando empezó a ser consciente de que la injusticia se respiraba en el aire y de que sentía la necesidad de rebelarse contra el universo entero.
Conoció el mundo cuando comenzó a ser consciente de que dormía solo y a anhelar lo que otros ya tenían, ignorando que no es fácil suplir ciertos vacíos y culpándose a cada instante al pensar que no estaba hecho para el amor.
Conoció el mundo cuando todo empezó a importarle. Cuando dejó de ignorar que los problemas son un día a día al que había que plantar cara. Cuando sintió la fría hostilidad de los que lo rodeaban y deseó que todo fuera diferente.
May God bless and keep you always,
May your wishes all come true,
May you always do for others
And let others do for you.
May you build a ladder to the stars
And climb on every rung,
May you stay forever young,
Forever young, forever young,
May you stay forever young.
May you grow up to be righteous,
May you grow up to be true,
May you always know the truth
And see the lights surrounding you.
May you always be courageous,
Stand upright and be strong,
May you stay forever young,
Forever young, forever young,
May you stay forever young.
May your hands always be busy,
May your feet always be swift,
May you have a strong foundation
When the winds of changes shift.
May your heart always be joyful,
May your song always be sung,
May you stay forever young,
Forever young, forever young,
May you stay forever young.
(Bob Dylan)
Conoció el mundo cuando dejó la música que sonaba en la radio por inercia y empezó a escuchar los viejos discos de Bob Dylan con los que papá lo aburría de pequeño. Cuando por primera vez cayó en sus manos un libro de Hermann Hesse y entendió que la vida era difícil y que sentir dolor era inevitable.
Conoció el mundo la primera vez que pasó la noche fuera y la primera gota de alcohol le quemó la garganta. Conoció el mundo cuando pasó todo el día siguiente vomitando y con un dolor de cabeza martilleante que papá y mamá describieron como resaca.
Conoció el mundo cuando empezó a esconderse para fumar cigarrillos y cuando, meses después, le ofrecieron un poco de marihuana y descubrió que su percepción era una farsa que podía mejorar con una sola calada.
Conoció el mundo el primer fin de semana que papá y mamá lo dejaron solo y se llevó una chica a casa. Lo conoció cuando sintió vergüenza al plantarle cara al dependiente y pedir condones. Conoció el mundo cuando la masturbación comenzó a ser más frecuente y sintió la frialdad y el vacío del porno.
Conoció el mundo la primera vez que intentó escribir algo y había tanta rabia en el papel que sintió que todo estaba cambiando. Lo conoció cuando comenzó a escapar de clase para caminar y fumar cigarrillos en aquel descampado.
Conoció el mundo cuando comenzó a discutirlo todo, cuando empezó a ser consciente de que la injusticia se respiraba en el aire y de que sentía la necesidad de rebelarse contra el universo entero.
Conoció el mundo cuando comenzó a ser consciente de que dormía solo y a anhelar lo que otros ya tenían, ignorando que no es fácil suplir ciertos vacíos y culpándose a cada instante al pensar que no estaba hecho para el amor.
Conoció el mundo cuando todo empezó a importarle. Cuando dejó de ignorar que los problemas son un día a día al que había que plantar cara. Cuando sintió la fría hostilidad de los que lo rodeaban y deseó que todo fuera diferente.
May God bless and keep you always,
May your wishes all come true,
May you always do for others
And let others do for you.
May you build a ladder to the stars
And climb on every rung,
May you stay forever young,
Forever young, forever young,
May you stay forever young.
May you grow up to be righteous,
May you grow up to be true,
May you always know the truth
And see the lights surrounding you.
May you always be courageous,
Stand upright and be strong,
May you stay forever young,
Forever young, forever young,
May you stay forever young.
May your hands always be busy,
May your feet always be swift,
May you have a strong foundation
When the winds of changes shift.
May your heart always be joyful,
May your song always be sung,
May you stay forever young,
Forever young, forever young,
May you stay forever young.
(Bob Dylan)
miércoles, 26 de enero de 2011
En las fronteras de una piel húmeda.
Allí, a mil kilómetros de distancia, en el motel más viejo del mundo donde una bombilla parpadeaba con desgana. Allí, bajo una lluvia espesa y la tormenta gritando con su voz ronca. Allí donde el mundo no llegaba pero ellos aparecían. Huyendo de la muchedumbre, huyendo de la nada, huyendo del ruido y del silencio. Allí donde un sofá destartalado fingía ser un sitio donde descansar. Allí donde cada veinte años, se oía un coche pasar por la autopista que el cielo tejía. Allí, donde la noche era más oscura que la propia oscuridad y el calor abrasaba. Allí, donde las verdades no importaban porque al estar tan lejos del mundo, vivían otra vida que nadie llegaría a conocer. Allí donde nada existía salvo dos cuerpos en la carencia latente de más piel que huesos.
viernes, 21 de enero de 2011
Rayos migratorios.
Siguió a los pájaros consciente de que un futuro incierto se aproximaba. Al fin y al cabo, ¿no poseían un sexto sentido que les indicaba a dónde huir? Entonces se convirtió en pájaro. Vivió como pájaro. Voló como pájaro. En un horizonte de lienzos tardíos.
-Te concedo tres deseos- dijo el genio.
-Y supongo que esto tiene trampa.
-¿Por qué habría de ser así?- contestó el genio con una sonrisa pícara.
-Porque nadie da duros por pesetas. A lo mejor en esa lámpara las cosas son distintas, pero el mundo está cambiando.
-Pues pide algo que lo arregle.
-Está bien. Deseo un mundo pacífico, lleno de altruísmo y buenos sentimientos.
Y allí estaban los dos. Genio y mujer. Solos. El mundo entero había desaparecido ante la perspectiva de un deseo imposible.
-Lo siento, era la única manera de darte lo que querías.
-Me lo temía... Deseo que todo vuelva a la normalidad.
-Hecho- Y el murmullo apareció de nuevo.
-Y ahora deseo que dejes de ser un genio y vivas como humano. Para que entiendas como funciona el mundo real.
Entonces el genio se volvió hombre, y, desconcertado, preguntó a la mujer por dónde tenía que empezar.
-Busca un trabajo.
Eran tan diferentes que jamás pudieron verse. Una vivía de noche, con un dolor de cuerpo exasperante. El otro vivía de día, con una sonrisa radiante. Entonces comprendieron que no ser como el resto es lo que los mantenía en constante unión distante. Y provocaron un eclipse.
-Te concedo tres deseos- dijo el genio.
-Y supongo que esto tiene trampa.
-¿Por qué habría de ser así?- contestó el genio con una sonrisa pícara.
-Porque nadie da duros por pesetas. A lo mejor en esa lámpara las cosas son distintas, pero el mundo está cambiando.
-Pues pide algo que lo arregle.
-Está bien. Deseo un mundo pacífico, lleno de altruísmo y buenos sentimientos.
Y allí estaban los dos. Genio y mujer. Solos. El mundo entero había desaparecido ante la perspectiva de un deseo imposible.
-Lo siento, era la única manera de darte lo que querías.
-Me lo temía... Deseo que todo vuelva a la normalidad.
-Hecho- Y el murmullo apareció de nuevo.
-Y ahora deseo que dejes de ser un genio y vivas como humano. Para que entiendas como funciona el mundo real.
Entonces el genio se volvió hombre, y, desconcertado, preguntó a la mujer por dónde tenía que empezar.
-Busca un trabajo.
Eran tan diferentes que jamás pudieron verse. Una vivía de noche, con un dolor de cuerpo exasperante. El otro vivía de día, con una sonrisa radiante. Entonces comprendieron que no ser como el resto es lo que los mantenía en constante unión distante. Y provocaron un eclipse.
miércoles, 19 de enero de 2011
Lo que Sylvia nunca dijo.
Sylvia se levantó aquella mañana tan importante. Era el día de la audición. Su prueba. Había pasado la noche sin dormir imaginando el momento. Fingiendo gestos en duermevela.
Ni siquiera había pensado qué ponerse. Como siempre en los momentos importantes, no estaba preparada. Pensó en aquel vestido de seda. El vestido lavanda que llevaba el día en que decidió tener valor de presentarse a aquella prueba, su prueba.
Una vez recompuesta, se colocó aquel pañuelo negro transparente sobre la cara, y empezó a decir sus frases una y otra vez, una y otra vez. Las dijo tantas veces que se le olvidaron. Joder. Las había olvidado.
Entonces comenzó a buscarlas en todas partes. Metió la mano hasta su garganta, miró en sus costados, abrió su corazón y no las encontraba, no las encontraba. Con las manos empapadas corrió hacia su cama. La almohada. Era la almohada quien había escrito su guión. Ella lo tenía, lo guardaba.
Algo más tranquila. Se calzó las sandalias como si pensara caminar millas. Como si el metro no la llevará directamente a aquel frío edificio donde interpretaría su guión. Su gran papel.
Sylvia salió a la calle. El aire era mucho más frío de lo que esperaba. Mucho más. Y de repente algo se le movió dentro. Su percepción se alteró. O se agudizó. O lo que fuera. De repente el suelo comenzó a temblar. Todo daba vueltas, y más vueltas. Vuelve a casa, Sylvia. Le decía la voz de un remitente desconocido. Vete a casa. Vete a casa. Vete a casa. Todo el mundo la miraba y cada vez el espacio era más pequeño. Sus pasos eran lentos y la pesadilla pareció durar años, pero Sylvia llegó a su destino.
Ensayó mil poses en el espejo del ascensor. Preparó su voz. Preparó su alma. Preparó su cuerpo. Y una vez en la habitación, miró a los ojos a aquel hombre trajeado, que probablemente fuera el director. Se miraron a los ojos durante unos segundos hasta que él articuló: "eso no hay quien se lo crea".
Sylvia hizo el camino de vuelta sabiendo que algo había cambiado para siempre. Nunca pudo pronunciar sus palabras. Nunca pudo decir lo que necesitaba decir. Le habían abierto una herida que nunca llegaron a cerrarle. Y allí se quedo, parada en medio de la calle, con sus palabras robadas, con el corazón colgando de un hilo y la sangre circulando por inercia. Porque nunca llegó a entender. Jamás. Y sus pies quedaron fijos en el suelo gracias a la gravedad.
Ni siquiera había pensado qué ponerse. Como siempre en los momentos importantes, no estaba preparada. Pensó en aquel vestido de seda. El vestido lavanda que llevaba el día en que decidió tener valor de presentarse a aquella prueba, su prueba.
Una vez recompuesta, se colocó aquel pañuelo negro transparente sobre la cara, y empezó a decir sus frases una y otra vez, una y otra vez. Las dijo tantas veces que se le olvidaron. Joder. Las había olvidado.
Entonces comenzó a buscarlas en todas partes. Metió la mano hasta su garganta, miró en sus costados, abrió su corazón y no las encontraba, no las encontraba. Con las manos empapadas corrió hacia su cama. La almohada. Era la almohada quien había escrito su guión. Ella lo tenía, lo guardaba.
Algo más tranquila. Se calzó las sandalias como si pensara caminar millas. Como si el metro no la llevará directamente a aquel frío edificio donde interpretaría su guión. Su gran papel.
Sylvia salió a la calle. El aire era mucho más frío de lo que esperaba. Mucho más. Y de repente algo se le movió dentro. Su percepción se alteró. O se agudizó. O lo que fuera. De repente el suelo comenzó a temblar. Todo daba vueltas, y más vueltas. Vuelve a casa, Sylvia. Le decía la voz de un remitente desconocido. Vete a casa. Vete a casa. Vete a casa. Todo el mundo la miraba y cada vez el espacio era más pequeño. Sus pasos eran lentos y la pesadilla pareció durar años, pero Sylvia llegó a su destino.
Ensayó mil poses en el espejo del ascensor. Preparó su voz. Preparó su alma. Preparó su cuerpo. Y una vez en la habitación, miró a los ojos a aquel hombre trajeado, que probablemente fuera el director. Se miraron a los ojos durante unos segundos hasta que él articuló: "eso no hay quien se lo crea".
Sylvia hizo el camino de vuelta sabiendo que algo había cambiado para siempre. Nunca pudo pronunciar sus palabras. Nunca pudo decir lo que necesitaba decir. Le habían abierto una herida que nunca llegaron a cerrarle. Y allí se quedo, parada en medio de la calle, con sus palabras robadas, con el corazón colgando de un hilo y la sangre circulando por inercia. Porque nunca llegó a entender. Jamás. Y sus pies quedaron fijos en el suelo gracias a la gravedad.
domingo, 16 de enero de 2011
Pasos por goteo.
¿A dónde vas con esos pies? ¿A dónde?, por esa calle inmensa de ladrillo en la que todos grabaron sus miedos. ¿A dónde vas con esos ojos? Con esa mirada de ilustración secreta, que atrae a los monstruos porque todos querrán besarte. Niña de sonrisa carmín. Niña de paciente impaciencia. Niña de mente atemporal.
El viento, siente envidia al despeinar tus cabellos. Quiere tocarte de forma constante y no puede, porque como viento que es, pasa. Niña que como el viento recorre la ciudad. Niña prohibida. Niña.
De carne. Niña en carne de mujer. Niña de suave piel en días de lluvia. Niña de lluvia amiga del agua. Agua que se pega en tu cuerpo. A tus pasos de niña. Niña con corazón de poeta henchido. Niña poeta. Niña plena. De luna. Niña de luna. De noches en que un ángel pasa a través de su cuerpo queriendo atesorarla para siempre.
Niña de tacto. Niña de resurrección. Niña de música fuerte en los oídos. Niña de pasos. De pasos de equilibrista. Niña de prisa sin prisa. Niña de estrellas que hablan en la noche. Niña de nubes que hacen el amor con el sol y nublan el día. Niña.
Niña que habla de la niña. Niña.
El viento, siente envidia al despeinar tus cabellos. Quiere tocarte de forma constante y no puede, porque como viento que es, pasa. Niña que como el viento recorre la ciudad. Niña prohibida. Niña.
De carne. Niña en carne de mujer. Niña de suave piel en días de lluvia. Niña de lluvia amiga del agua. Agua que se pega en tu cuerpo. A tus pasos de niña. Niña con corazón de poeta henchido. Niña poeta. Niña plena. De luna. Niña de luna. De noches en que un ángel pasa a través de su cuerpo queriendo atesorarla para siempre.
Niña de tacto. Niña de resurrección. Niña de música fuerte en los oídos. Niña de pasos. De pasos de equilibrista. Niña de prisa sin prisa. Niña de estrellas que hablan en la noche. Niña de nubes que hacen el amor con el sol y nublan el día. Niña.
Niña que habla de la niña. Niña.
viernes, 7 de enero de 2011
Las entrañas del retorno.
Sylvia tiene el pelo de un color cobre intenso. Tan intento que cuando el sol se refleja deslumbra a los caminantes. Sus ojos son de un azul profundo y parecen vivir contínuamente un día de lluvia. Veinticuatro horas no son suficientes nunca para todo lo que tiene que sentir, por eso madruga.
Hoy Sylvia se ha levantado tan temprano que ha esperado al sol durante horas. Se ha servido un café tan cargado que no volverá a dormir en años. Pero eso es lo que quiere, en realidad. Se ha duchado con el agua tan caliente que podría haberse ido por el desagüe. Desnuda, se ha mirado al espejo el tatuaje de su vientre. Era demasiado joven cuando se lo hizo, tal vez entendió el significado antes que nadie. Esa serpiente roja y verde se muerde la cola. Es un círculo perfecto. Cerrado. Sin un escape.
Sylvia se viste despacio. Elige la chaqueta blanca, esa que siempre la acompaña cuando algo va a cambiar. Recuerda que hace años, en el mismo lugar, de la misma manera, pensó en el tatuaje. Pensó en aquella serpiente y en el círculo. Cómo todo se movía. En círculos. Pensó que ese día era igual que aquel día y sólo recordar el sentimiento era una carga. Sin embargo, también recuerda que muy poco después todo cambió, y de repente el círculo se separaba un poco para dejar entrar el oxígeno. Y entiendió también que las aguas vuelven a su cauce cuando se está preparado.
Se calza unos tacones que le pesan enormemente, pero son tan bonitos que hoy los necesita. Preciosos. Preciosa. Esa es Sylvia.
Sylvia prefiere ir caminando al trabajo porque tal vez se está perdiendo algo que a la velocidad de un automóvil no puede percibir. Es un gran paseo, pero las aceras están llenas de señales y sabe que un día, muy cercano, se despertará y ahí estará el cambio. Ese cambio. Sólo espera que dentro de muchos años no tenga que despertar pensando en el maldito tatuaje. Aquella verdad que desde muy joven quiso marcar.
Sylvia camina. Todo empieza. Y puede que un día siga en línea recta. Quién sabe.
Hoy Sylvia se ha levantado tan temprano que ha esperado al sol durante horas. Se ha servido un café tan cargado que no volverá a dormir en años. Pero eso es lo que quiere, en realidad. Se ha duchado con el agua tan caliente que podría haberse ido por el desagüe. Desnuda, se ha mirado al espejo el tatuaje de su vientre. Era demasiado joven cuando se lo hizo, tal vez entendió el significado antes que nadie. Esa serpiente roja y verde se muerde la cola. Es un círculo perfecto. Cerrado. Sin un escape.
Sylvia se viste despacio. Elige la chaqueta blanca, esa que siempre la acompaña cuando algo va a cambiar. Recuerda que hace años, en el mismo lugar, de la misma manera, pensó en el tatuaje. Pensó en aquella serpiente y en el círculo. Cómo todo se movía. En círculos. Pensó que ese día era igual que aquel día y sólo recordar el sentimiento era una carga. Sin embargo, también recuerda que muy poco después todo cambió, y de repente el círculo se separaba un poco para dejar entrar el oxígeno. Y entiendió también que las aguas vuelven a su cauce cuando se está preparado.
Se calza unos tacones que le pesan enormemente, pero son tan bonitos que hoy los necesita. Preciosos. Preciosa. Esa es Sylvia.
Sylvia prefiere ir caminando al trabajo porque tal vez se está perdiendo algo que a la velocidad de un automóvil no puede percibir. Es un gran paseo, pero las aceras están llenas de señales y sabe que un día, muy cercano, se despertará y ahí estará el cambio. Ese cambio. Sólo espera que dentro de muchos años no tenga que despertar pensando en el maldito tatuaje. Aquella verdad que desde muy joven quiso marcar.
Sylvia camina. Todo empieza. Y puede que un día siga en línea recta. Quién sabe.
jueves, 6 de enero de 2011
Retratos con dientes.
Luna era una niña extraña. Veía monstruos a plena luz del día y por las noches jugaba dentro del armario. Iba a la biblioteca todas las semanas buscando libros sobre dar vueltas sin marearse. Era la primera en clase, la más inteligente. Leía y leía para tratar de entender el mundo pero siempre terminaba dibujando hipótesis en una gran pizarra.
Qué niña tan extraña. Les pintaba sueños terroríficos en la frente a todas sus muñecas. Escribía mensajes de auxilio en la pared porque la divertía. Luna no era como las demás. Era evidente a los ojos de sus padres, sus amigos, compañeros y maestros. Todo el mundo la miraba de forma especial. Con admiración e inseguridad a la vez.
Pero a Luna no le importaba nada de eso. La diferencia entre esa niña y los demás es que Luna era valiente. Luna no tenía miedo a nada ni a nadie. Se atrevía a vivir y sufrir, a hablar y escuchar, a creer y aprender. Luna no tenía miedo porque sabía que el miedo paralizaba los cuerpos e impedía las vivencias, siempre. Luna siempre era paciente porque era valiente para sentarse a esperar. Luna siempre sonreía porque no tenía miedo a llorar después. Luna era una niña especial, o extraña. Era la niña más fascinante del mundo en el que vivía.
Y cuando se hizo mayor, voló a un planeta nuevo donde no existía la gravedad.
Qué niña tan extraña. Les pintaba sueños terroríficos en la frente a todas sus muñecas. Escribía mensajes de auxilio en la pared porque la divertía. Luna no era como las demás. Era evidente a los ojos de sus padres, sus amigos, compañeros y maestros. Todo el mundo la miraba de forma especial. Con admiración e inseguridad a la vez.
Pero a Luna no le importaba nada de eso. La diferencia entre esa niña y los demás es que Luna era valiente. Luna no tenía miedo a nada ni a nadie. Se atrevía a vivir y sufrir, a hablar y escuchar, a creer y aprender. Luna no tenía miedo porque sabía que el miedo paralizaba los cuerpos e impedía las vivencias, siempre. Luna siempre era paciente porque era valiente para sentarse a esperar. Luna siempre sonreía porque no tenía miedo a llorar después. Luna era una niña especial, o extraña. Era la niña más fascinante del mundo en el que vivía.
Y cuando se hizo mayor, voló a un planeta nuevo donde no existía la gravedad.
lunes, 3 de enero de 2011
A la arena enlatada la llaman reloj.
Eva comenzó a trepar el árbol sintiendo envidia de la serpiente. Luego encendió un cigarrillo. Se tapó los oídos. Habían llamado señorito al poeta. Lo habían desvirtuado.
El poeta, previsor del tiempo. Con sus entrañas tintadas. Pasando de papel en papel. Nunca bebió de aquella copa. La derramó y miró al pintor.
El pintor, ilustrador de sueños en perpetuo movimiento. Acompañado siempre de sus pinceles. Con olor a disolvente en los dedos. Apuñalaba el lienzo con saña para no acabarlo. No quería dejar de pintar al duende.
El duende, repartiendo suerte a los demás. Ambicionaba con fuerza lo que podía dar y no obtener. Le quemaba rociar con aquel polvo dorado incluso a quien no lo merecía. Quería ser aquel río que observaba el bosque.
El río, caudal de frío y nueva vida. Pasa y pasa y pasa. Recorre los lugares inevitablemente. Con el tiempo. Que se escapó de aquel reloj de arena. Y al resquebrajarse el cristal se hizo eterno.
El poeta, previsor del tiempo. Con sus entrañas tintadas. Pasando de papel en papel. Nunca bebió de aquella copa. La derramó y miró al pintor.
El pintor, ilustrador de sueños en perpetuo movimiento. Acompañado siempre de sus pinceles. Con olor a disolvente en los dedos. Apuñalaba el lienzo con saña para no acabarlo. No quería dejar de pintar al duende.
El duende, repartiendo suerte a los demás. Ambicionaba con fuerza lo que podía dar y no obtener. Le quemaba rociar con aquel polvo dorado incluso a quien no lo merecía. Quería ser aquel río que observaba el bosque.
El río, caudal de frío y nueva vida. Pasa y pasa y pasa. Recorre los lugares inevitablemente. Con el tiempo. Que se escapó de aquel reloj de arena. Y al resquebrajarse el cristal se hizo eterno.
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